La reflexión del filósofo chileno Ricardo Espinoza Lolas rescata al sindicato como espacio de comunidad, dignidad y resistencia frente al individualismo del neoliberalismo.
En tiempos donde el trabajo cambia rápido y la presión empresarial se vuelve más intensa, el sindicalismo necesita nuevas herramientas para entender su propio rol. Una de ellas proviene, inesperadamente, desde la filosofía política. El chileno Ricardo Espinoza Lolas, uno de los pensadores más influyentes del mundo hispano, ofrece una lectura que ilumina el valor profundo de la organización sindical.
Para Espinoza, el sindicato no es solo una estructura jurídica ni un mecanismo de negociación. Es, ante todo, un espacio de “NosOtros”: una comunidad donde las personas recuperan la fuerza que el individualismo del mercado les quita. Frente a un modelo neoliberal que instala la competencia permanente, los sindicatos permiten reconstruir vínculos, confianza y apoyo mutuo. En esa simple pero poderosa idea, volver a ser un “nosotros”, se juega buena parte de la dignidad del trabajo. El filósofo sostiene que el capitalismo actual produce trabajadores fragmentados, aislados y muchas veces agotados. Esta “despotenciación” no solo afecta el cuerpo, sino también la capacidad de imaginar cambios. Allí aparece el sindicalismo como práctica política: una forma concreta de recuperar potencia, de recordar que el trabajo tiene un valor social que no puede reducirse al costo o a la productividad.
Desde su enfoque, el sindicato encarna una doble tarea. Por un lado, defender derechos laborales inmediatos: jornada, seguridad, salarios, condiciones dignas. Pero, por otro, abrir horizontes más amplios: disputar el sentido del trabajo, cuestionar prácticas injustas y proponer nuevas formas de relacionarnos dentro de la empresa. No se trata solo de convenios colectivos, sino de transformar la cultura laboral.
Espinoza advierte también los riesgos: cuando la organización se burocratiza, se aleja de sus bases o se deja capturar por intereses externos, pierde su esencia. Por eso, dice, el sindicalismo debe cuidarse a sí mismo: mantener la deliberación interna, la transparencia y la autonomía como pilares irrenunciables.
Mirado desde esta filosofía, el movimiento sindical aparece con un brillo distinto: ya no solo como actor laboral, sino como comunidad política de trabajadores capaz de defender derechos, imaginar futuro y sostener la dignidad de miles de personas que día a día enfrentan el peso de un sistema que no siempre los reconoce.
Bajo esa lupa, el sindicalismo no es pasado. Es una tarea urgente del presente. Y, sobre todo, una forma de hacer que el trabajo vuelva a ser humano.
Más antecedentes del Filósofo, Ricardo Espinoza Lolas en: https://ricardoespinozalolas.com/
PRENSA CTMIN
